En la Asociación ARBA (Alcohólicos rehabilitados de La Bañeza) han organizado el I concurso de relatos relacionados con esta enfermedad.
"Lágrimas de Vidrio" es el título del relato ganador de esta primera edición.
Escuché hace algunos días por la radio que ser completamente
honrados con nosotros mismos es un buen ejercicio. Me removió tanto, que decidí
que ya era hora de abandonar la frase de Jorge Luis Borges que estuvo siempre
presente en mi familia: "si hay miseria, que no se note". Así que hoy,
intentando aprovechar esas palabras de la radio para cambiar mi vida, estoy
aquí, en esta asociación de rehabilitación de alcohólicos. Estoy seguro de que
cada uno tiene su historia. Esta es la mía:
Mi vida dió un giro completo cuando me fui a estudiar a
Inglaterra. Al principio, no me costó acostumbrarme, puesto que mis padres y mi
novia venían frecuentemente a visitarme. Pero un día, dejé de tener noticias
suyas. No contestaban ni mis cartas, ni mis e-mails, ni al teléfono. Así que
decidí volver a España para saber qué estaba pasando. Cuando llegué a mi casa,
no había ni rastro de mis padres. En casa de mi novia tampoco vivía nadie. Lo
único que conseguí fueron cartas que los tres habían dejado a mi familia antes
de irse. Nadie sabía nada.
Estaba asustado y muy confuso. Pensé en abrir las cartas. Mi
cabeza empezó a elaborar razones por las que me habían abandonado. Sentía que
la culpa era mía. Me decía a mí mismo que este abandono era por mi egoísmo, que
ellos se habían cansado de mí, y que yo les había abandonado primero. Quedarme
solo era el castigo que merecía por haber antepuesto mi futuro laboral a mi
familia. Sabía que lo que pensaba era malo para mí, pero también sabía que si
finalmente leía esas cartas y encontraba una confirmación de mis teorías, sería
aún peor. No podía, ni sabía, ni quería afrontar la realidad. Dejé las cartas a
un lado. Decidí salir a la calle para dar un paseo y tranquilizarme, y decidí
entrar en un bar a tomar una copa. Estaba seguro de que eso me haría olvidar,
lo que no sabía era hasta qué punto.
Mi vida a partir de entonces, se resume a levantarme e ir al
bar. Después de varios meses, me encontré con unos amigos de la facultad. No me
dejaron acercarme a ellos, diciendo que les daba vergüenza hablar con una
persona como yo. Me dijeron que apestaba a alcohol. Empecé a insultarles a
todos, y los de seguridad del bar me sacaron de allí. Me fui a mi casa muy
enfadado. No entendía cómo era posible haber llegado a ese punto. Admití que la
culpa de ese estado era mía, así que tras haber estado todo ese tiempo evitando
saber las razones de por qué mi vida había cambiado tan drásticamente, me sentí
obligado a conocer la realidad. La incertidumbre me estaba haciendo más daño
que la verdad.
Una vez en casa, puse ante mí las tres cartas que habían
cambiado mi vida. Las mismas que la podían volver a cambiar. No sabía por qué
carta empezar, así que cogí una al azar para acabar cuanto antes con la
pesadilla en la que me había metido.
Hola hijo,
te estarás preguntando por qué te estoy escribiendo. Necesito
hacerlo para que conozcas el tipo de persona que soy, y sobre todo, para que no
repitas mis errores.
No sé por dónde empezar. Puede que lo más fácil sea empezar
desde el principio para que puedas entenderlo todo. Te voy a contar mi versión
de la historia. Espero que algún día puedas perdonarme.
Tú ya sabías que bebía, y que tenía algunos problemas con
esto. Una vez me dijeron que necesitaba ayuda, y me dieron la tarjeta de una
asociación donde podía empezar la rehabilitación, pero no hice caso. El
problema es que llegó un punto en el que todo empezó a desfasarse.
Los recuerdos que tengo de este tiempo son un poco borrosos.
Sé que no estoy nunca de buen humor, y que no escucho a nadie. Culpabilizo a
todos de tener que beber para olvidarme de cómo era mi vida, y no me he dado
cuenta hasta ahora de que el que la está destruyendo soy yo. Lo poco que estoy
en casa, lo invierto en tratar mal a tu madre. Las discusiones siempre empiezan
y acaban con lo mismo: ella pidiéndome explicaciones y culpándome de los
problemas económicos de la familia (sé que soy el causante), y yo defendiéndome
de sus acusaciones insultándola o golpeándola. Así, he aprovechado cualquier
discusión para irme de casa y continuar bebiendo. No me acuerdo de dónde he
dormido algunos días. No sé ni por qué me comporto así.
Hoy me he dado cuenta de todo esto. Dicen que aprendemos a
base de palos, y así me ha pasado a mí también. Acababa de volver del bar y tu
novia estaba en casa. He intentado abusar sexualmente de ella. Ha podido
escaparse porque tu madre lo ha impedido, aunque le ha tocado, como siempre,
sufrir la peor parte. Creo que prefieres no saber los detalles.
Me quedé dormido después de todo, y al despertarme he visto
que tu madre ha recogido sus cosas. Sé que se ha ido para siempre. Creo que me
toca empezar a asumir errores. Ojalá hubiera utilizado esa tarjeta en el
momento en el que me la dieron, porque creo que ahora no bastará con eso. Voy a
entregarme a la policía y ellos sabrán los cargos que me corresponden. Creo que
tendré que pasarme unos cuantos años en prisión, y sólo espero que, si algún
día salgo, aunque sé que no me lo merezco, pueda tener una vida completamente
nueva.
Un abrazo,Papá.
Cuando acabé de leer la carta de mi padre, no me lo podía
creer. Pensé que quizás ya no necesitaba más explicaciones, sin embargo, lo
justo era conocer las tres versiones.
Hola, hijo,
Espero que no olvides que soy tu madre y que te quiero,
aunque me vaya. Tengo un motivo de peso. Tu padre ha empezado a estar cada vez
menos en casa y se enfada por todo. No me da explicaciones de lo que hace con
el dinero o de por qué pasa tanto tiempo fuera de casa. Siempre que le pregunto
algo, acaba tratándome fatal. Sospechaba que tenía un problema con el alcohol,
pero hoy lo he confirmado cuando casi abusa de tu novia. No puedo aguantarlo
más. Me voy a otra ciudad. Cuando me recupere de todo esto, tendrás noticias
mías.
Besos,Mamá.
Finalmente, cogí la carta de mi novia.
Hola,
Espero que cuando leas esto, te siga yendo igual de bien que
hasta ahora. Al menos, sé que probablemente te irá mejor que a mí.
Llevo un tiempo notando raros a tus padres. De hecho, tu
padre casi nunca estaba, y tu madre evitaba mis preguntas. Hasta que un día, lo
entendí todo. Tu padre tiene problemas de autocontrol a causa del alcoholismo
que sufre. Lo que ha desencadenado que tome la decisión de escribirte esta
carta de despedida, es que ha intentado violarme. Estaba completamente fuera de
sí. Tu madre intentó defenderme y, mientras yo huía de allí, escuché cómo la
golpeaba y la insultaba. Me voy a ir de la ciudad. Necesito desvincularme de
todo esto, y creo que lo mejor sería hacer un voluntariado en algún lugar del
mundo, así me mantendré lejos y con la cabeza ocupada.
De momento no puedo decirte nada más. Algún día seré capaz
de hablar de ello con normalidad.
Un abrazo,Cristina.
Después de conocer las tres versiones, supe que todos me
decían la verdad, puesto que los hechos coincidían. Quizás la carta que más me
empujó a tomar la decisión de estar aquí fue la de mi padre. No quiero acabar
como él. No voy a esperar a llegar al punto de hacer daño a los demás para
intentar cambiar.
Soy un alcohólico en rehabilitación, y por no conocer la
verdad a tiempo, toda mi vida tendré que pelear con el demonio del alcoholismo.
Lo que finalmente atormento mi vida, no fue el limpio y
cristalino vidrio, sino su contenido.